Entre Salones. Granados & Pellicer
El artículo Descubriendo a Carles Pellicer Rouvière lo escribí para el catálogo de la exposición “ENTRE SALONS. Granados & Pellicer”, inaugurada en noviembre del 2016 en la Fundació Municipal d’Art Joan Abelló, que alberga la col·lección de Joan Abelló Prat, y de la que formé parte del comisariado.
Dejo aquí el enlace (imagen) del catálogo de la exposición (versión en catalán) con las obras que se expusieron. Algunas de las pinturas aquí mostradas formaron parte de la exposición, otras no pudieron estar.
Descubriendo a Carlos Pellicer
La voluntad y pasión de Joan Abelló por compartir, conservar y recordar épocas pasadas fue el punto inicial de una investigación que empezó hojeando la obra escrita del pintor, la Hora del té, documento que esboza la figura del también pintor Carles Pellicer y Rouvière (1865-1959) y que nos abre una pequeña puerta a su obra y apasionante vida. Aun así, el legado de Joan Abelló, que nos haría descubrir el pintor decimonónico, no se acaba con su libro, dado que, entre el rico y maravilloso fondo documental y artístico conservado a la Fundación, encontramos cartas, postales, fotografías, dibujos y obras que nos han permitido ir descubriendo Carles Pellicer, sus pinturas, inquietudes, círculos, amistades…
Objetos y obras que nos invitan a revivir fragmentos de la Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX, de la excitante vida social y cultural que se vivía en la ciudad condal y más allá de las fronteras catalanas: líneas que nos hablan de las estadas en París y de los viajes de los que el pintor disfrutó.
A partir de los documentos escritos y de los objetos conservados, se ha ido creando esta red como sí de una telaraña se tratara, siendo Can Pellicer el núcleo desde donde se van hilando y entretejiendo los diferentes círculos y las relaciones con artistas, literatos y familias del alta sociedad barcelonesa.
Carles Pellicer, un “pompier” catalán
Sabemos por la documentación conservada que Carles Pellicer inició su formación artística en la Escuela de Bellas artes de Barcelona el 1883, donde dio clases con el gran pintor Antonio Caba. Cinco años después, el 1888, viajó a París para finalizar allí sus estudios en la Académie Julian, junto con William Bouguereau.
Durante las temporadas en París se fueron consolidando los vínculos entre el maestro francés y el joven pintor. Carles Pellicer se enorgullecía de su formación académica en París, tanto que los aficionados al arte lo denominaron durante muchos años “el pequeño Bugueró”.
Testigo de estos estrechos lazos con el artista y su esposa, la también pintora Elizabeth Gardner Bouguereau, es la correspondencia entre esta última y Carles Pellicer, que se mantuvo más allá de la fecha de la muerte del patron, el maestro Bouguereau, el 1905.
Bouguereau, reconocido profesor de la Escuela de Bellas artes de París, era un gran defensor de la pintura academica y responsable de la administración de los Salones, la importante exposición de arte oficial de la Escuela de Bellas artes que tenía lugar a París, donde tenemos constancia que Carles Pellicer participó desde el 1893 hasta el 1905.

En los salones parisienses, Carles Pellicer presentó pinturas donde la figura femenina era la protagonista. La influencia de la obra de Bouguereau sobre el joven artista es evidente: los rostros de las figuras, suaves e idealizados, los cuerpos sensuales bajo las telas, la arquitectura y la presencia de la natura son habituales en las obras del maestro francés.
Así lo recoge artículo escrito en la publicación Le Ménestrel sobre una de les obres de Carles Pellicer expuesta en el Salon, Nénuphars: “Quant à M. Bouguereau, il n’a envoté qu’un seul tableau, mais de sa grande manière et de son pur style académique (…). Le célèbre membre de l’Institut et ses élèves toujours nombreux nous serviront de transition pour aborder la série allégorique. Voici M. Charles Pellicer et ses Nénuphars.”

De las figuras alegóricas a los retratos
De la época de la participación del pintor en los salones de París, podemos observar algunas obras en la exposición: la pintura titulada Granadas, donde Pellicer muestra la sensualidad femenina a través de una figura de mirada perdida que deja entrever la desnudez de su cuerpo con una perfecta ejecución de la caída de las ropas, una joven enmarcada en un paisaje idílico, rodeada de naturaleza.
El tema de las personificaciones, representadas por jóvenes elevadas a la categoría de divinidad, es una constante que sirve al pintor para justificar el desnudo femenino, como pasa a la obra El nido vacío, donde la delicada figura se representa con el torso desnudo.
La evocación de ideas abstractas a través de la figura femenina es un recurso que Carles Pellicer usa no solo con figuras alegóricas: al Retrato de Mercedes Mata en Puigcerdá, el pintor presenta la joven sentada de lado en un banco, en actitud reposada y pensativa, enfatizada por el gesto de llevarse la mano a la cara, con la mirada ensimismada. Sabemos que este cuadro fue publicado con el título Meditación.
Con este título, Meditación, la joven pasa al anonimato para ser una personificación presentada en medio de la naturaleza. A la figura de la mujer le resta individualidad para evocar cualidades o ideas, como la meditación en este caso.

En contraste con los retratos donde son presentes las arquitecturas clásicas y la naturaleza, el pintor retrata Manuel Bertrand y Salsas, importante industrial y amigo del artista. Sobre un fondo neutro, dejando atrás los colores que hasta ahora habíamos visto a las figuras alegóricas, donde predomina el negro y sus tonalidades, se representa a la imponente figura masculina de rostro amable.
Pellicer se consolida como pintor de retratos y sus pinturas representan los rostros de la sociedad y burguesía catalana.
Si bien el fondo neutro toma protagonismo en los retratos encargados al pintor, como es el caso del retrato anterior o del retrato de perfil de Miguelina Milà, el tratamiento de las ropas de las figuras femeninas no deja de tener una especial delicadeza y minuciosidad. Observamos el retrato de Teresa Cabarrús, esposa del músico Frank Marshall, continuador de la Academia Granados.

El estudio de las ropas queda patente en el dominio de la caída del traje y los pliegues. A la preciosidad de las ropas se suma la escultura y la peana que la eleva, con motivos cuidadosamente trabajados: el espacio interior pasa a ser un elemento finamente detallado que muestra la elegancia y preciosismo de la mujer burguesa, tal y como admiramos en la obra Joven con sombrilla, donde la figura contrasta del fondo por el azul del traje y el amarillo de los guantes.

Pero sin duda la mujer más retratada y admirada por Carles Pellicer fue su madre, Matilde Rouvière. Casada con Manuel Pellicer, capitán de la marina mercante, enviudó muy joven. Matilde Rouvière era una mujer culta y refinada que provenía de una familia acomodada.
Las idas y vueltas de Pellicer al taller de su maestro a París fomentaron la abundante correspondencia entre el joven pintor y su madre, que estaba en Barcelona.
“Al tomar posesión de mí cuarto 56 he tenido una depresión inmensa, pues se me borró toda idea de fondo, creía estar en mí casa, encontrarte a ti cuando he colgado el paraguas al soporte de la cortina como teníamos costumbre.”
Dada la estrecha relación entre madre e hijo no es de extrañar el gran número de retratos dedicados a su madre, de los cuales destaca el que proviene del Museo Nacional de Arte de Cataluña: Matilde Rouvière imponente con un elegante traje y un abanico en la mano.

Más información sobre esta obra (audioguia y vídeo) en Visitmuseum
Los figurines y la moda
“Carlos Pellicer recoge, en rápidos dibujos coloridos, la gracia y las características de mujer parisina, (…) la que brilla en el Bois de Boulogne, la modistilla del Boulevard, la habitual de la Rue de la Paix, (…) o la que pasa miedo Montmartre”.
Joaquim Renart
Tal y como señala Joaquim Renart en el catálogo de la exposición homenaje a Carles Pellicer del 1951, en la producción artística del pintor encontramos numerosos apuntes y dibujos de figurines, que representan la mujer parisina.
Sabemos que algunos de estos dibujos eran hechos para ser publicados a revistas ilustradas de la época, como por ejemplo la Almanach de La Esquella de la Torratxa, donde durante la década del 1890 se publicaron una serie de dibujos de Carles Pellicer.
El entusiasmo de Pellicer por la indumentaria no solo queda patente en sus dibujos y retratos. En las cartas a su madre leemos como el pintor le aconsejaba cómo tenía que hacerse los trajes, especificando en detalle, las formas, los pliegues, los ornamentos y colores que debían adoptar las telas.
“Hazme el favor de hacerte un traje negro princesa. (…) Para mí entender me lo confeccionaría como el negro solo abierto hasta la cintura así de los picos tiene que haber cuatro y salo un pequeño ribete de raso creo que es muy chic (…) del regazo los pliegues su también de raso y quiero decir los de detrás. Hazte este traje que resulta monísimo y hazlo de un pañete muy bueno.”


La moda de finales del siglo XIX destaca por su carácter internacional y su rápida difusión. El surgimiento de casas de costura de renombre, la modernización de la industria textil y los adelantos tecnológicos ocasionaron rápidos cambios en las formas de vestir.
De esta manera las revistas de moda adquirieron un destacado protagonismo y en nuestro país siguieron muy cerca las publicaciones francesas. La moda y sus rápidos y continuos cambios eran objeto del interés del pintor.
En una carta desde París, explica la fascinación que le produce la forma de vestir de la aristocracia: “Los aristócratas cono armiñas y cibelines: trajes preciosos de terciopelo.”
Sabemos por Abelló que el pintor trabajaba en el diseño de los trajes de disfraces de los bailes de Carnaval, así lo explica Joan Abelló en La hora del Te: “tres meses antes de la llegada del rey Carnestoltes, trabajaba un puñado de horas cada día, diseñando los vestidos que tenían que lucir en los bailes de disfraces del Liceo.”
La burguesía barcelonesa celebraba en el Liceo las fiestas de Carnestoltes, bailes que destacaban por su lujo. También eran conocidos los bailes de disfraces organizados por el Círculo Artístico, a los cuales el pintor asistía.
Las fotografías y postales del pintor nos han dejado constancia de su participación en los bailes de disfraces, reuniones de amigos, excursiones y viajes junto a la familia Bertrand, los días de veraneo en Puigcerdá y en resumen de la intensa vida social y cultural del artista.
Descubramos a Carles Pellicer: amante del arte, del teatro, la música y la moda, que se movía dentro de los círculos más selectos formados por las familias de la alta sociedad, los músicos, intérpretes, actrices y pintores más conocidos y activos de la vida cultural de la Barcelona de aquella época.
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones

Comentarios
Publicar un comentario